Hay un
pibe tomando café en una mesa frente a la mía.
Está
solo con sus muletas. Y mira muy afuera
de la
ventana. Parece que quiere salir
con los
ojos del bar. Finalmente, se está yendo.
Su café
humea, todavía sobre la mesa,
un rayo
de sol cae justo adentro del pocillo.
La
silla levemente corrida hacia atrás,
hace el
espacio de su cuerpo,
el
respaldo hundido aún lo contiene.
Mis
ojos lo miran todavía en su lugar vacío.
La
imagen es mística y me hace pensar
que
hasta que no retiren el platito con el café,
el pibe
seguirá ahí presente.
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