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Y ahora, amigo, ¿quién fuma el pensamiento bajo el sol matinal?
Largas horas, en pedazos de recreos, todas
apretujadas en ese par de ojos.
Vivías horas de más, viejo, exonerabas el tiempo,
y yo siempre en constante admiración. 
¿Te acordás de las baldosas atrás de la columna del patio? Esa era tu guarida. 
Ahí, tus manos daban el fuego al silencio y en tus cienes, ardían unos
pequeños fogonazos. 

Pasando la puerta, eras alma: eso fiero y crudo, 
que estremecía a cada uno de nosotros.
Sacudía verte el espíritu en carne viva
entre huesos, el cuello desnudo y arrugado
Y tu voz, contemplativa en constante reemplazo.

 A veces, vislumbrabas un miedo, un dolor 
en el fondo del pecho de alguien. Y no dormías en la duda,
ya estabas preguntando suave cómo estaba la cosa en ese marote.
Tu mano en el hombro, la mirada austera y ese silencio tibio y sin apuro. 
No te hacía falta nada para comprender el estado ambiguo de las cosas, 
el ser adolescente de esa libertad utópica a los 18, sabías de la existencia pellizcada 
por dramas mínimos y cotidianos. Vos tomabas esas canicas de llanto en tus palmas,
las pesabas con justicia absoluta, y a cada uno nos señalabas la muerte del segundo. 

Comentarios

  1. Te felicito por este poema. Es una voz que quiere sentarse, que asevera y conversa a la distancia. Me gustan el tono conversacional que pretende, el devaneo temporal en las conjugaciones y la pregunta como recurso retórico demoledor.
    Da la impresión que hay ciertos conceptos a los que les falta maceración. Pero tiene unas imágenes de verdad muy emotivas y una tendencia a la metáfora ahí, en la punta del aliento de la pluma, que laten dentro del poema.
    Te saludo,
    N.-
    Sí, tengo Los nada y a Tato. Si los precisás los arrimo a donde quieras. Sí, sigo el blog. Me interesa esta poeta.

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