La muerte de Antonio


La tuya, Antonio, fue una muerte suculenta.
La noche boca abierta podría ser un justo epitafio.
Lento el fin del día, arrasó con tu vida ínfima.
La mía  permanece volátil, escondida entre tus plumas.
*
De aire muerto se llenó tu pico,
que ayer abría con mis dedos para alimentarte.
Tus ojos apenas abierto ya no ven,
naufragan otras aguas.
                                                      ¿Dónde te fuiste, Antonio, por dónde volarás?

Intenté cuidarte con la suavidad de mi alma, ahora me siento inerte.
Es que con vos todo era tan pequeño e intenso.
           Cabíamos juntos en la nada, amigo.

Necesaria, me sentí, llenando tu buchecito con agua y pan.
Necesaria, fue mi atención puesta en tu pata chueca,
En tus pelos, que no eran plumas, en tu pecho herido de soledad y abandono.
                                                   So lonely



Empatizé contigo como nunca lo hice con un ser humano.
Esa potencialidad de vuelo cautivó mi mediocre libertad.
Tan frágil y poderoso, eras un rey envuelto en algodón esperando siempre mi cariño.
                 ¿Te acordarás de mi en ese cielo, que no es el que sobrevolabas en mis fantasía?




Ayer me dormí pensando en la infinita vida que nos esperaba juntos,
Hoy me doy cuenta que a esa vida no le hizo gracia la espera, y se fue.
                                                               *
Doblemente libre, estás ahora del tiempo. Y yo sin vos, palpo los minutos ásperos.
*
Hubiese gozado un último paseo arriba tuyo, al raz del suelo, oliendo la rudeza de la tierra;
Que es asfalto, y que tanto odio de esta ciudad.
Un viaje tambaleante, íntimo. Me desespera verte yerto ahora entre mis manos, tu nido.
Ya mis recuerdos se vuelven granos de alpistes; miró la ventana, toda tuya.
Me hundo en los ayeres compartidos,
                                                           creo que hoy no quiero ser yo.
Tintineaba tu cuellito, tu fortaleza estaba en ese corazón de ave urbana.
Te adopté como hijo del viento, del sol, del cielo.
Mi aliento, era la ofrenda sagrada, cada vez que tocaba tu cuerpo que temblaba -casi imperceptible- del frío.
                                                               *
Supe desde el origen que debería pulir mis manos de abrojos, el día que aprendieras a volar.
Lo asumí con grandeza de madre, fermenté instintivamente ese dolor que sublima la maternidad.
                         Nunca pensé que la muerte, no tu libertad, me separaría de vos.
Te acariciaba con mi mirada,
 Las palpitaciones de preocupación que aparecían en tus ausencias, me llenaron de vida. 
*
Algo que no sabía manejar invadió mi pecho, sin previo aviso: Tu amor envuelto en ternura y alas.
Mi carne maduró peinando tus plumas.
Ayudarte a volar, me hizo más libre.
Tuve que dosificar mis ganas de estrujarte, de abrazar tu fragilidad.
Ignorándolo por completo, despertaste un tinte amoroso muy fuerte en mi sangre gris.
-                            
Ya te fuiste y todavía no te extraño.
Son unos segundos, en que pienso que seguís ahí
Vivo,
y vos y yo ya somos otros.

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