Hay una postura ante todas las cosas. Puede ser la no postura. Pero nuestra osamenta, incluso la mental, nos  vuelve inevitablemente seres posturales. A veces tremendos hipócritas; la postura dice mucho, quizás demasiado. es la locación del ojo frente a la cosa, es lo que podemos -no tanto lo que elegimos o queremos- ver del asunto. Decirla a veces nos deja desnudos, entonces buscamos una postura "digna" de ser vociferada, nos paramos atrás de algún "grande" y nuestra postura se va volviendo cada vez más débil, más chiquita y tímida. Pienso que a la propia postura hay que tallarla, esculpirla, sin miedo a la grieta. Aspirar algo pétreo, que se la banque. Como a las plantas, clavarle maderitas paralelas al tallo, vias de sostén. Tomar buenas posturas de otros, nutrirse, pero salirse de la sombra, dejar de ver detrás del hombro de.... y aceptar cuando nuestra postura se cansa, se pliega sobre si misma, nos dice "basta, ya no me puedo mantener erguida". Cuando a mi postura le pasa eso me siento junto a ella en el piso. Le acaricio el pelo, le doy palmadas de ánimo en la espalda y miro por sobre ella, miro eso que ella miró con otros ojos, más limpios. Tal vez, la cosa más jugosa pase por ahí, por saber mirar por sobre la postura.

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