Bossi




No hay que confiar en las apariencias, aunque sin ellas
no se pueda vivir.
Yo, por ejemplo, parecía un niño muy pobre.
Me vestía con la ropa que habían juntado
los vecinos del barrio
o las señoras (incansables) que trabajaban
en la cooperadora de la escuela.
Parecía que no tenía dónde caerme muerto, y sin embargo
yo te tenía a vos.
Era un oro terrible, y muy codiciado
que no me dejaba respirar.


La camioneta brilla en la oscuridad
y tu delgado cuerpo brilla lo mismo
adentro de ella
como un sol de noche.
Ningún rastro más.
Solo nosotros dos, abriendo la puerta y entrando
a no sabemos qué.
El amor no, todavía. O sí.
Prefiero que sea amor lo que nos damos,
lo que nos dimos aquella noche, uno
junto al otro, encima del otro.


Para mi bien o mi mal
cerré los ojos y pensé
que si el mundo entero reventaba
finalmente, por los cuatro costados
no tendría la menor importancia.


Fragmentos del muchacho de los helados y otros poemas
de Osvaldo Bossi

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