Recorte



Estaba en Uruguay. Me había ido un tiempo sola. Después de varios días sin tele, ni internet, agarré la bici y fui al centro de San Rafael a comprarme el diario. Era un mediodía de mucho sol y brisa salada, así que pedaleé rápido y me fui a leerlo a la rambla.

Entre turistas que se sacaban fotos y hacían barullo en otros idiomas, leí la noticia y me largué a llorar. Gabo se fue, me dije. Y nadie escuchó. Con El Observador bajo el brazo, recordé cuando me compré mi primer libro de él, Memorias de mis putas tristes. Alguien que no recuerdo me dijo: no podés leer eso de García Márquez. Y por supuesto, me enojé y lo leí con más pasión que cualquier otro libro. Siempre me gusto el lado B de los monstruos de la literatura. Y en esa novelita encontré al Gabo mío, mi Gabo, al tipo que hablaba de lo que a mi me interesaba. 

El libro cuenta el amor de un hombre grande por una prostituta. Será algo trivial, sí, puede ser. "Trivial" justamente proviene de la condición de las antiguas mujeres que se paraban en la intersección de tres caminos para esperar un hombre, no importe de donde viniese. Trivial, hay veces que me gusta lo trivial. De algún modo, así estaba yo cuando me enteré de la ida de Gabo. No esperaba a un hombre, pero sí un significado, algo porqué llorar, porqué sentir. 

Las personas que están de vacaciones viven en un limbo donde no existen las variables de la vida real. Muerte, enfermedades, peleas, robos... Las vacaciones son un tiempo finito y perfecto. Una farsa. Y en el medio de todo eso, estaba yo y la muerte de Gabo.

Hice el duelo mirando el mar, rodeada esas personas y sus vacaciones. Me armé un cigarro, lo prendí y lo hice serena, como si estuviese sola en el mundo. Es así, cuando me entero de la ida de un escritor me cuestiono mi escritura, mi legado de letras, a dónde quiero llegar con lo que escribo. La ida de ellos me hace pensar en mi llegada al mundo de la literatura. Por eso, estaba demasiado ensimismada y no escuché la voz de una brasilera me pidió que le saque una foto. La mujer se asustó porque no respondía y me zamarreó del hombro.   

No recuerdo mucho más de ese día. Calculo que siguió como todos días que uno se entera que alguien muere. Fui a la playa, tomé maté, leí...nada fuera de lo común. Creo que eso es lo más terrible de todo. Darse cuenta que después de una muerte todo sigue igual. 


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