Juntada creativa en la Casa del Árbol

La consigna no era clara. Era hacer un experimento. Juntarse a crear. Poesía, música, dibujo, pintura... Juntarse a jugar. Porque, en definitiva, es la casa del árbol y todos jugamos en una alguna vez. O soñamos con hacerlo. La idea era soltarse y cranear. Andar solo, irse pa´dentro y salir a compartir con los demás. Había invitaciones en las mesas: crear nuevas palabras con nuevos significados, buscarle la historia a un objeto, continuar el dibujo de otro, masticar frases y con eso escribir algo... Hubo música por todos los rincones de la casa. Las palabras se desparramaron por el piso. Al final de la noche, todos eramos una gran tribu de antidominguistas artesanándose, haciendo quilombo del lindo, vibrando en una misma cuerda.... Acá abajo los resultados. 



5. Somos agua y es ella la vida que ilumina. Somos Dioses
que olvidaron e igual no se resignan. Somos nada, somos vida.
Nunca, llega el fin, nunca termina
cielo infierno este oesta
norte y sur
fuerte y caliente
cuiado que hierve
no te olvides
que está caliente.


 Domingo previo; aventura y entrada general
al crecimiento continuo y duradero. Árbol, casa, aventura
vínculos nuevos crecían de las ramas fundiéndose en abrazos
de 22 años.
La luz bajo, el calor se hizo espacio y la luna desapareció
para darle camino al sol.
Lisandro Gonzales




The best songs… son para mi los sonidos del alma. En un viaje que hice por brasil, me encontré con un CD, un compilado de canciones, que eran casi mantras; el nombre de esta recopilación de canciones era “sons da alma”. Me acompaño todo el viaje este CD, y no pude aguantar la tentación y me lo traje a Buenos Aires.  Ahora, en situaciones específicas, particulares, lo pongo, y siento que vuelvo a ese lugar donde lo escuché por primera vez. Campeche, Florianópolis, junto a Pedro y Bernardete.


Todavía eran los días en que era caballo. Claro que, al momento, no sabía que era caballo. Es decir, comprendía la diferencia entre galope y trote; amanecía con el olor a alfalfa; me asustaban los estribos; eso, todo eso, lo sabía. Pero no que fuera caballo. Y hoy, pienso que, más que no saber qué era  caballo, no sabía que no era humano o taza… Contaba, pues, que todavía eran los días que era caballo. La tolerancia era difícil. Me refiero a esto de no saber que era caballo y a la vez que no era humano, o taza. De a poco, pero, fueron pasando cosas. Los no humano/taza me saludaban y yo, en misma condición, los saludaba contento, viendo lo que eran. Hasta que, por esas cosas de la vida de encierro, conocí al no humano/taza, casi caballo pero con cuerno. Ahora entiendo, incluso, que los chicos que salen de la escuela que se encuentran enfrente a este café saben que era un rinoceronte.
-No sos silla… y espero que tampoco humano.
Eso fue lo que me dijo ese mamífero desgraciado. ¿No soy silla? Hasta entonces no era humano ni taza, y ahora, ¿silla? ¿Cuántas más cosas no era? ¿A caso tampoco soy cielo? ¿O velocidad? Confundida, dejé de saludar a los no humano/taza y me arrimé exclusivamente al corral del rinoceronte. Todos los días me decía una cosa que era: espinaca, vientre, lombríz, canto, gris, etc. A los 40 días ya sabía un montón de cosas que no éramos. Digo “éramos” porque también fuimos diciendo cosas que él no era. La negación nos afirmaba.
-Ya sé lo que sos- un día me dijo el no humano/taza/silla. Me lo dijo un humano no taza. Vos sos caballo.
Al principio, no lo creí. Pensé que eso era algo más que no era. Otra negación. Al rato, me pregunte: ¿soy caballo? Y desperté humano y con una taza en la mano.  



Aquí estamos… adentro de este lugar
que tiene tanta luz que nos encandila
 y nos deja ciegos
abriéndonos al camino
del amor.
(Agus Ga para este centro cultural)

Cadáver exquisito / ni un alarido que acorte la distancia.


Extasiado con la esperanza que me da la incertidumbre
y vivir y respirar colgando de esa duda.
Que la tranquilidad del terreno baldío sea secretamente
dasafiada por la maleza que crece
cada día, alimentada por el rocío.

Ruedas,
ruidos
Luz.
Donde sino en el viento, el tiempo
y lo nuestro.
Allá, busco mientras pienso
y pienso mientras siento.
Existo, a veces vivo.
Fantasmas protagonizan el pasado.
“El olvido es la gloria de la memoria”
24/3/013


Primero con calma, depsués con desesperación, hasta que la razón se impuso al impulso. Como lo he aprendido recurriá a la técnica, a la experimentación, el análisis de resultados y el proceso hasta que la pelotita cayó por su último agujero.

Sos el diablo, hacés percusión, sos el diablo. Tu ritmo embriaga, sos el diablo de mi pelo. Tus palmas se acerca y alejan del instrumento a la velocidad de la luz.

La historia de Mickey, un ratón con voz de día. Un roedor para niños. Qué me dijo Mickey, Miguel Mouse. Quién fue Mickey en la vida real. Un taxista, un dentista, quizás, un vendedor de ilusiones. Hay ruidos en la infancia. Hay fotogramas en blanco. En negro. Hay colores demasiado fuertes. Hay un orden para ver esa película. A veces pienso que es dificil ver el negativo de nuestra historia que “Mickey Surprise” es un viaje incierto, una mesa a oscuras con una velita temblando. Nuestra infancia son sombras bailando.  

Soy el hombre que nada
muere
Que nada vive, que
nada piensa.
Solo nada en la inmensidad, que
nada exige, solo nada en poder
creer un algo más.




Aunque el pájaro de paso deje allí sus pisadas, no se mantendrá por mucho tiempo. Morará ahí, por un rato.  Hará hueco hondo, y llenará de alpiste y besos su pechito emplumado. Y se irá. Sin piar, sin chistar. Se irá. Quizás, tiempo después, otros pajaritos más picarones –con el pico virgen de ramas bichosas- harán nido ahí, travesuras, serán árbol, viento… y aún sabiendo que es una ilusión, embriagados de duda, batirán las alitas y barrenarán nubes revoltosas. Porque así es la vida de los pájaros. Bate que bate plumas piojosas. Y al fin, ya pájaros hombres, se volverán ignorantes del porqué de la tarde, del porqué de este momento.



La luna es testigo de la noche, dueña del misterio y amante del silencio.

Nunca olvidaré aquella vez que me dijiste aquello que no supe interpretar. Llovía mientras en aquel café frente a la estación de dijiste: “Es ahora, nunca es tarde para intentarlo.” Dejaste la plata para los cafés y te ví cruzar la vía pensando que quizá sería la última vez que te vería.
Leí el diario esperando lo peor, a veces lamentando no haberte acompañado. El uruguayo me dijo que te habías ido a bolivia y te perdió el rasto, tenía medio que hubieras fracasado.
Hasta aquel día que llegaste bien armado, con aquel cargamento. El plan había funcionado. Siempre fuiste bueno planeando. Te vas a recuperar y al traidor que te pegó un balazo juntos lo vamos a matar.
Que te mejores pronto,
te hermano del alma, El tony.

El escalón y yo empezamos a formar una familia", dijo la pelusa enganchada en el clavo de la madera marrón oscura, borracha de barniz, brillante como la pelada de Roberto en verano, parida por un roble añejo y nostálgico plantado por Juan Martín Morales en su terrenito del sur, comprado por el padre de su padre, Germán Morales, allá por la primera década del siglo pasado, y al readedor del cuyos retoños él solía Jugar con su hermano Lautaro Morales, soldado del mal, disparador preciso y silencioso como gato, cuando de batallar se trataba. El escalón y yo empezamosa formar una familia, dijo la pelusa, eso es lo que pasa cuando uno pasa mucho tiempo con otro aunque no lo haya decidido, pero de poder hacerlo, tampoco eligiría irse, dijo segura y ahora casi gritando, mientras Lautaro Morales la pisaba con la suela de goma de su zapatilla blanca deportiva con cámara de aire, marcada eternamente con la cicatriz delatora en forma de boomerang asimétrico, de tick pasado de harinas, fluorescente y en relieve como certificado de pertenencia y condena a las altas alcurnias del mundo zapatilleril.


Cuando estamos cerquita,
tu pulso es mi pulso,
tus ojos ven a través
de los míos, ¿te das cuenta?
De pronto,
¡somos la misma persona!

Una trasparencia nos separa, empañada.
De un lado el calor de tus ojos, abrigos
de mi alma.
Del otro, el frio del destino,
amigo del solitario, que me llevó
hasta tu casa.
Abre tu ventana.

Naco es un roble
Gon un ombú
Lincha es un álamo
y Rewis, palo borracho.
A mí, que soy Juan
me gusta el ébano,
a la Lu le toca el manzano.
Gordo Tom, resultó una secuoya.
Rafinha es una palmera y el ruso
un quebracho. Castro, en realidad,
es un ciprés. Ogui es un nogal. Beto
una acacia. Y Julieta, con flores púrpuras,

un jacarandá. Y manija es un ficus. 

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