El hombre que plancha

Ahora pienso en el señor de la tintorería. 
Hundido en una cueva de ropa abollada. 
Su trabajo es estirar. Planchar lo que el uso arrugó. 
Hacer las cosas nuevas. 
En la tintorería casi no hay luz y el señor
mira la calle parado trente al sarcófago 
que hecha vapor para todos lados.
Y mata arrugas. Mejor dicho
los pliegues hechos cadáver quedan ahí
adentro. El señor es el único que lo sabe. 
Por eso su cara está arrugada y su mirada fruncida. 
De tanto planchar parece que algo
se arruga adentro suyo. 

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