El mismo mar / Amos Oz



Es duro

Abre los ojos con las primeras luces. Las cadenas montañosas
parecen una mujer robusta y tranquila
durmiendo de lado después de una noche de amor.
Una suave brisa, satisfecha de sí misma,
mueve la tela de su tienda.
La hincha, la agita, como un vientre cálido. Sube y baja.

Con la punta de la lengua toca ahora
el hueco de la palma de su mano izquierda,
el punto más interno de la palma. Le da la sensación
de estar tocando un pezón suave, duro.

A través de nosotros

Antes de perdón, está libre la silla,
antes de el color de tus ojos, antes de qué quieres tomar,
antes de soy Rico y me llamo Dita, antes del roce
de una mano en un hombro,
eso pasó a través de nosotros
como una puerta entreabierta durante el sueño.

¿Y tú?

Desgarrada, desesperada, en yiddish, se oye a lo lejos
a una mujer a quien han abierto el vientre
ante sus propios ojos y grita.
Y se oye un gemido en árabe, de nuevo una mujer
cuya casa. O cuyo hijo. Su voz es cortante, terrorífica. Y tú
afilas un lápiz o pegas una cubierta rasgada de un libro. Al menos
estremécete.

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