¿Qué es el deseo? / Fabián O. Iriarte

Si el deseo, como dijo alguien, es una “enorme cicatriz luminosa”,
quizás tuviera razón. Quizás tuviera razón
o error. Si ahora es una cicatriz, entonces
el deseo fue alguna vez herida abierta, derramada, manante,
una herida que arrastra y arrastra el cuerpo
y lo arrastra hasta el borde
de otro cuerpo—el tuyo—y una vez allí
el deseo es un cuchillo
que corta o abre un abismo en la carne
y después escalpelo que rasga
parte de tu conciencia y de tu tacto
como una operación quirúrgica y no te deja,
no te deja dormir porque de ese espacio o llaga
se escapa y mana como sangre inacabable
y parece que busca dejarte o dejarte sin ganas
de nada más. El deseo viene y te hace eso y se va,
pero se queda y es esa “enorme cicatriz luminosa”.
Tiene luz pero duele. Tiene dolor pero no te importa
porque el deseo te mantiene vivo, es prueba
de tu existencia en su mismo acto de herir,
abrir, curar y dejar la cicatriz siempre prendida.

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