Por tener lo más valioso




Caminábamos, íbamos hundiendo las patas

en el camino que se venía. El frío dolía

donde la piel desnuda, tanto que mis hombros

subían encogidos, casi tocando los lóbulos,

blancos y congelados.


Mientras caminábamos, la ciudad

se calló de golpe. Atrás, en el cordón

quedaron yertas tus dudas y las mías,

plaza adentro, lo que no debía ser.


Caminábamos, cuando al volver

en la pausa el abrazo; el hombre

que balbuceó desde el suelo, echado

al pie del monumento, borracho

sentí lástima por tener lo que él no

lo más valioso, aunque no dure.


Te miré, absorbiendo tu rostro

me hice un hueco en tu abrigo

y me escondí. Cuando no se puede

hacer nada, mejor bajar la mirada

y envolver bien los ojos.

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