Anoche
Soñé que viajaba a China con dos amigas. Era un vuelo exprés, como en una
escapada de fin de semana. Los pasajes estaban muy baratos y teníamos que
elegir entre China del Norte o China del Sur, la de arriba era comunista y la
de abajo no. Sí, ya sé, eso pasa en Corea, pero en mi sueño era en China. El
viaje comenzaba cuando buscábamos en Youtube un video de la China comunista y
el único que aparecia era una especie de documental propagandístico en el que
China del Norte parecia el paraiso. Cuando el video se cargaba y empezaba a
correr, Tropix, Magui y yo eramos absorbidas por la pantalla y apareciamos
flotanto en las aguas del río chino que mostraba el video. Apareciamos en una
especie de canal de agua verde azulada, tibia como la de una bañadera. A los
costados había arboles y totoras, todo muy lindo y en composé; el cielo era rosa
con apenas un par de nubes amarillas patito. Se oía una musiquita similar a la
de los video juegos y el aire era denso y perfumado con un aroma candy, no a caramelo.
La corriente del canal nos iba arrastrando lentamente, no hacíamos pie, pero
tampoco debíamos esmerarnos mucho en flotar, ibamos meciéndolos hasta llegar a
un estuario quedesembocaba en el mar. Un mar manso, sin olas, también de ese
verde turquesa aceitoso y cristalino. Muy a lo lejos había unos acantilados
perdidos entre neblina. Me acuerdo que hablábamos de lo barato que habían salido los pasajes, y yo proponía
conocer un país por fin de semana: Tailandia, Singapur, Malasia. Nadábamos hasta la orilla para averiguar como
conocer los acantilados que se veían a lo lejos. Los sueños como en las
películas acortan distancia con una suerte de corte de cámara. Dos brazadas y llegábamos
al extremo de la bahía. Del otro lado había un puerto pesquero y el mar estaba
lleno de petróleo. Explorando, caminábamos por un pequeño muellecito que
terminaba en una rampa que entraba en el mar. Llegábamos a la punta y miramos a
la gente. Estaba lleno de argentinos, pero no era turistas. Por como actuaban,
los diálogos que tenían, era locales. Había muchos padres jugando con sus
hijos. En eso, se nos acercaba un tipo de unos 40 años, medio reo. Creo que era
el que cuidaba las amarras del muelle en el que estabamos paredas. Nos invita a
sambullirnos desde el muelle, pero el desafío era pegar un buen salto porque el
agua próxima a los barcos estaba muy empetrolada. Saltábamos con todas nuestras
fuerzas pero caiamos a lado del muelle y veíamos que el agua marmolada azul y
negro estaba llena de pequeñas medusas, del diámetro de un CD, rosas luminosas
que avanzaban motu propia a grandes velocidades. Esas medusas me hacían acordar
a las de Bob esponja, porque no picaban y eran simpáticas e inofensivas. Magui
propuso jugar al volley con las medusas,
pero tropix estaba muy concentrada haciendo trensas con los tentáculos. Decía
que había visto una medusa rasta. Yo las miraba y pensaba qué bueno sería
bailar tango debajo de esa agua. Al rato estabamos secas frenando un taxi, igual
a los que circulan por Buenos Aires. El tachero era chino y hablaba con todas
palabras chinas pero conocidas, decía
todo junto y sin lógica “wasabi - taichi-chuan – karate kid – sushi –
chakichan – pat morita” Cuando pagábamos, abrí los ojos.
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