HOMBRE DEL SUR (casi quiromancia)
El cuenco de la mano; está la suerte
echada allí, como al azar, y augura
en sus líneas ventura o desventura
como en un pergamino antiguo, inerte,
en cuya misteriosa nervadura
está la noche que preserva, oscura,
las claves de la vida y de la muerte.
¡Las claves! Son las mías
las que leo en la mano, en estas
claves de hombre del Sur, porque
lo mío es leer en el Sur, en la
primera ráfaga de la luz que hirió
mi mano. ¿Lo primero? Que yo he
nacido al Sur del color vegetal,
donde se pule el pico de la luz, por
allí leo que el Sur selló mis claves,
que soy hombre del Sur donde la luz
picó mi mano.
Soy un hombre del Sur; abrevadero
es el Sur de esa música venida
de una mitad sangrante y descarnada
de oculta fruta herida.
Soy un hombre del Sur; Yegros, mi pueblo,
ocupa un corazón central y verde,
deshace el sol, lo suelta en la comarca
donde baja y se pierde.
Soy un hombre del Sur; el Sur ha puesto
sobre mi rostro su melancolía,
la cicatriz cortante de un verano
que su arena ceñía.
Soy un hombre del Sur; las líneas cuentan
el tiempo justo que en el Sur ardía,
y el vano tiempo en que, perdido el rumbo,
seguí a un perdido día.
Del Sur mi corazón, del Sur
que sus latidos ahondara,
que tramó su trama de aromos
por amargas encrucijadas,
sin cejar en seguir quemando
como en las manos se señala.
¿La línea de la vida? Fuego nocturno
por mil caminos en su hondura se marca,
en esa línea que prende un reverbero
y tuesta su parpadeo en llamaradas.
Larga o breve, no lo sé; pasa doblada
por otras líneas de surco indescifrable,
aunque imagino que en las mismas tierras
que me sintieron nacer caerá una tarde.
¡Y entonces, hombre del Sur, descifro en líneas
visibles cuanto en mi ser estalla y arde,
líneas que dictan su razón y certeza
de ser del Sur, y de no ser de otra parte!
Elvio Romero
Los innombrables
1959 - 1964
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