¿Entendés el soplido, Pituca?

(mi perra me mira como a un dios)

Al cielo se fueron los restos 
del pucho que fumé mientras me miraba 
mi perra-peluche, la salvaje doméstica.
Son creadores de ráfagas, dijeron sus ojos. 
Es así. Nuestras bocas generan materia eólica
voluntariamente, como un dios, escupimos viento.

¿no, Pituca?

(muerde los ladrillos desesperada, es una minera empedernida)

Ahora lo veo, el encendedor también da poder:
soy un dios cuando me doy fuego con la manos, voluntariamente,
cuando prendo una idea, en la chispa hay un eco de otro mundo. 

Pituquita, si supieras lo que duele amar…

(Se lo acerca con las patas, tímida posa el hocico en el metal caliente)

Vagar de rincón en rincón, no importa cuál sea la buena cucha,
la caricia es el deseo constante, digno de ser mendigado día y noche;
pasan las imágenes, la saliva en la boca cae y el espacio no se llena.

Andá, con eso de la envidia…

Me siento igual que vos , Pituca.

Acurrucate acá cerquita
                                         y mirá como deja el amor
                                               a esta animal pulgosa. 

(me lame las manos como limpiando la culpa)

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