Hasta la puerta
No puede ser que me agarre este sueño justo ahora. Soy Martín Palermo.
No puedo cabecear así con el subte al palo, se la voy a terminar dando a
alguien. Bue, igual… hay un par que se la merecen. La señora de enfrente, por
ejemplo. ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué tengo? ¿Cara
de drogada? ¿De enferma terminal? Sí, señora, tengo ojeras. Y como para no. Casa-miento. Ca-samiento. También se me
corrió un poco el maquillaje debajo de los ojos, lo vi recién en el reflejo de
una vidriera. ¿Un par de arrugas, frizz? Chocolate por la noticia. ¿Qué me mira
la boca? Tengo labio inferior un poco hinchado, puede ser, de tanto morderlo
por los nervios. Caza-miento. Caza-miento. Caza-miento. ¿Parece que me acaban de dar un beso? ¡Qué irónica! El beso de la muerte, el que en un rato voy a dar yo... El
wachiturro que juega con el arito en la lengua a mi izquierda… Bah, qué mi izquierda,
sobre mi hombro izquierdo, también está para ligarse un cabezazo. Dele que te
dele con la pelotita plateada entre los dientes. ¿Cuál es la joda? ¿Es un
jueguito de kermés bucal? ¿Querés bajarte una a una las teclitas blancas que
dios te dio? Uh, ya estoy hablando como mi viejo. Qué insoportable hubiera sido
si estudiaba odontología como el quería… ¿Y qué carajo quiero yo ahora? Lacroze, Dorrego, Malabia, Ángel Gallardo. Uh no, esto va demasiado
rápido, che. Que frene. Por primera vez en la vida quiero que la maldita línea
B tenga desperfectos técnicos y frene. No me importa que sea plena hora pico. La
gente abajo y que la máquina no avance. Me quiero quedar acá, quieta y sola. Cada vez más cerca la hecatombe...¿O no? No que digo, tengo que salir de esta oscuridad, no puedo estar más bajo tierra. En pausa, como le gusta poner a mi primo los DVD
que alquilamos, para comentar estupideces cada 17 minutos promedio. ¿Por
qué nunca pude poner pausa…? De Gallardo a Pueyrredón… una, dos, tres… no,
Medrano y Gardel, dos. Señora de enfrente que me mira como aun zombi, dos
opciones: o es lesbiana y se esta dando cuenta en este preciso mismo momento, y
de ahí su cara de espanto o “ve gente muerta”. Ahora que lo pienso es la opción
B. Debo tener una tribu fantasma de maratonistas kenianos bailando un
carnavalito alrededor mío porque acá adentro hay un olor a chivo que no se
soporta… Sin embargo, soporté mucho tiempo así y eso que olía muy mal. Caza-miento, Caza-miento... No sé, no sé. En qué me estoy metiendo o no metiendo... Ja, y como
si esto fuera poco, el divino del James Dean del conurbano que tengo a mi
izquierda sigue con el tiki-tiki, zarandeando el arito en mi oreja, bien a lo
rebelde sin causa. ¡La causa! La puta madre, me olvidé. Quedé que iba a ir a la
marcha de los vegetarianos anarquistas con Lu. Qué mala hermana que soy.
Ludmila me va llenar el Facebook de mensajes privados con putiadas. O peor, me
va a cagar a tuits con el hashtag #losfundamentalistasdelzapallito. Un quemo. ¿Y lo mío, un incendio forestal, cuando hable se prende todo el Amazonas? “Lapsus”,
diría mi psicólogo. Qué bueno que de esto me acordé a último
momento… La marcha... Bue, cero ganas de pararme a la puerta de
un Carrefour con un cartel que diga ¡carniceros golpistas, frutas y verduras al
poder! ¿Con que se dan estos pibes? ¿Por qué soy yo la va al psicólogo y no mi
hermana? Y me sigo haciendo la boluda…tengo que decirle a Esteban, tengo que decirle. Estoy cazada. Presa. Siento muy fuerte que es todo mentira. No estoy lista para este casorio. Quiero quedarme acá en el subte. No estoy lista para llegar al departamento.
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