instante



Vi la mosca,
vi tu vaso,
vi que estabas por apoyar el labio donde se posó.
Tu mirada, en esos pibes que fumaban en la esquina con rudeza.
Y estabas prácticamente besando a la mosca,
o su rastro –en vez de besarme a mí,
que estaba allí,
enfrente tuyo.
Y la televisión, y los parpadeos de la luz con su falso contacto,
y la cerámica de los pocillos que chillaba histérica,
Y quise avisarte, alertarte de algún modo eficaz.
Pero no había tiempo, eran milésimas de segundos.
De pronto la cámara lenta,
El tiempo se comenzó a estirar,
Y a estirar,
Y a estirar,
Y a estirar,
hasta cobrar la consistencia de un chicle masticado por horas.
Vos ahí enfrente, yo con un mensaje concreto, y mi boca vedada.
Entonces, mi mano actuó sola:
Bruta, cruzó la mesa
y se interpuso entre tu boca y el vaso.
Todo se frenó.
El beso fue torpe, pero necesario.
Y en un segundo, volviste al bar, volviste a la mesa, a tu silla, a tu cuerpo, a tu ojos.
Y con un guiño y media sonrisa,
todo volvió a la normalidad.

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