Buscá ahí

Tazas de té, Mario. Decías que había que tomar tantas
como sea necesario. Siempre sentados en la misma
silla azul. Y pegabas con cinta scotch las mentiras
de la cocaína, por la cocaína. Puta muchedumbre de cosas
 y ese olor a sahumerio que te llenaba los ojos
en la mapoteca. Ahora veo las caras de los gremlins,
sus labios de bichitos pillos y sus cuellos siempre con
bufanda. ¡Basta de abrir el cajón, guardá la consola
porque estoy harta de tu bandera de noche loca!
Seamos el indio sin alarma que cultiva yerba; rotas
las cadenas y en bloque con la naturaleza. ¿Y el ladrillo,
me preguntas? Eso está en la axila de la lombriz que vive
adentro de tus ojos. Buscá ahí. Es un muro gelatinoso
con infinitas puertas; mi rostro al fondo de la mano y los
dedos en el teléfono del living. Afuera, la rama del árbol
de la vida y la música de Pablito Lescano en el corazón.
¡Levantemos de una vez la mancuerna! Para digerir la alfalfa
hay que ir a Massachusetts. Dolerán los pies, de seguro. Se nos
pegotearán masas de olor a ruta de tierra. Y te volverás un ciruja,
Mario: tomarás vino en cartón y rechazarás al vodka por cheto.

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