encontrar en el bolsillo del pantalón
un pucho aplastado. No son monedas, ni caramelos,
lo que vale
ni algo que nos recuerda a una persona pasada
Lo lindo es toparse con medio pucho,
algo fumable
en la madrugada solitaria, desbordante
de trabajo tedioso. Prenderlo
con sumo cuidado,
acunándolo entre los dedos como un dios
y pitar ese pródigo
como si fuera the last puchou
con el cuerpo entero.
en el silencio del silencio.
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