Era otoño en el patio de Campana,
apenas luz de alba y ya regábamos
los malvones afelpados. 

Seguida, venía la extracción de yuyos 
y malezas con un rastrillar sin escrúpulos
por la tierra fresca casi barro.

También, el refuerzo de los tronquitos
débiles y las caricias tiernamente humanas 
a los brotes más nuevos

Por último, hacíamos la revuelta:
Con la espátula en la diestra,
a la izquierda los plantines desnuditos,
la siempre lista tierra de relleno adelante
y las macetas vacías de raíces.
                                            
                                                como nuestras almas. 


Nosotros somos injertos abrazados a un tallo, decías
mientras caía el agua fría en chorro. 

Yo fumaba segura de que en nuestra jardinería
cincelábamos un sentir. 





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