Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

martes

Anoche

Soñé que viajaba a China con dos amigas. Era un vuelo exprés, como en una escapada de fin de semana. Los pasajes estaban muy baratos y teníamos que elegir entre China del Norte o China del Sur, la de arriba era comunista y la de abajo no. Sí, ya sé, eso pasa en Corea, pero en mi sueño era en China. El viaje comenzaba cuando buscábamos en Youtube un video de la China comunista y el único que aparecia era una especie de documental propagandístico en el que China del Norte parecia el paraiso. Cuando el video se cargaba y empezaba a correr, Tropix, Magui y yo eramos absorbidas por la pantalla y apareciamos flotanto en las aguas del río chino que mostraba el video. Apareciamos en una especie de canal de agua verde azulada, tibia como la de una bañadera. A los costados había arboles y totoras, todo muy lindo y en composé; el cielo era rosa con apenas un par de nubes amarillas patito. Se oía una musiquita similar a la de los video juegos y el aire era denso y perfumado con un aroma candy, no a caramelo. La corriente del canal nos iba arrastrando lentamente, no hacíamos pie, pero tampoco debíamos esmerarnos mucho en flotar, ibamos meciéndolos hasta llegar a un estuario quedesembocaba en el mar. Un mar manso, sin olas, también de ese verde turquesa aceitoso y cristalino. Muy a lo lejos había unos acantilados perdidos entre neblina. Me acuerdo que hablábamos de lo barato que  habían salido los pasajes, y yo proponía conocer un país por fin de semana: Tailandia, Singapur, Malasia.  Nadábamos hasta la orilla para averiguar como conocer los acantilados que se veían a lo lejos. Los sueños como en las películas acortan distancia con una suerte de corte de cámara. Dos brazadas y llegábamos al extremo de la bahía. Del otro lado había un puerto pesquero y el mar estaba lleno de petróleo. Explorando, caminábamos por un pequeño muellecito que terminaba en una rampa que entraba en el mar. Llegábamos a la punta y miramos a la gente. Estaba lleno de argentinos, pero no era turistas. Por como actuaban, los diálogos que tenían, era locales. Había muchos padres jugando con sus hijos. En eso, se nos acercaba un tipo de unos 40 años, medio reo. Creo que era el que cuidaba las amarras del muelle en el que estabamos paredas. Nos invita a sambullirnos desde el muelle, pero el desafío era pegar un buen salto porque el agua próxima a los barcos estaba muy empetrolada. Saltábamos con todas nuestras fuerzas pero caiamos a lado del muelle y veíamos que el agua marmolada azul y negro estaba llena de pequeñas medusas, del diámetro de un CD, rosas luminosas que avanzaban motu propia a grandes velocidades. Esas medusas me hacían acordar a las de Bob esponja, porque no picaban y eran simpáticas e inofensivas. Magui propuso jugar al volley con las  medusas, pero tropix estaba muy concentrada haciendo trensas con los tentáculos. Decía que había visto una medusa rasta. Yo las miraba y pensaba qué bueno sería bailar tango debajo de esa agua. Al rato estabamos secas frenando un taxi, igual a los que circulan por Buenos Aires. El tachero era chino y hablaba con todas palabras chinas pero conocidas, decía  todo junto y sin lógica “wasabi - taichi-chuan – karate kid – sushi – chakichan – pat morita” Cuando pagábamos, abrí los ojos. 

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