Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

sábado

en construcción

Algunas anotaciones surgen cuando leo la poesía de Hugo Mujica en el balcón, con India y el mate, los fieles.

Aljibe, el baldío jamás andado. 

es el puente en vertical donde la palabra tarda,
hacia siempre abajo
me retobo
ahí, la cofradía de mis silencio.

como lo que camina hacia adentro
hace dedo y no lo levanto
por miedo
vergüenza
o incomodidad.

Tu dolerme

estarse yéndonos
de lo que fuimos,
de lo que jugamos ser.
es tuyo y mío
el muro, la posibilidad de eco.

busco amparo
el manso temblor de un refugio
un pecho que lata
aunque sepa que no es el pecho

bajo el muelle soy parte de la humedad
me acaricia la lluvia de anzuelos
cuando camino el muelle
lo húmedo trepa por mis tobillos
ya en el cuello
necesito bajar y trepar por alguien.

¿soltar un anzuelo?
¿quién admite que esta pescado?

Lo huérfano de tu ser hijo

ser huerfano de
si existiese esa posibilidad
lo sería del cielo
cuando es de mucho colores
cuando parece una madera bien veteada
y sin barnizar.

decirme 

el sensei me enseño a decirme
"moldear la arcilla"
entregó en silencio
las herramientas
en sus palmas viejas limpias
la chispa que me abrasó

el callar talla
un sendero donde las pisadas
se preguntan
unas a otras
quiénes somos

mi callar es artesano
el fruto es un silencio
capaz que tallar
melodía irrenunciable

deletreamos silencios

al alba
cincelábamos un sentir
caminante
con espátula en puño
separábamos
la hebras del deseo
con bruta delicadeza
hubo que entrarle con ganas
a la tierra enraizada
extraer yuyo y maleza
rastrillar con dolor
porque somos como injerto
abrazado al tallo
una pista del viento
un jazmín del aire
amémos eso.









Hagamos de la carencia una música concreta

lunes a las ocho: entrás al lavadero de tu casa 
vaciás el canasto de la ropa 
levantás los jeans 
sacás piedritas de los bolsillos 
el perro trae un hueso entre los dientes 
vos ponés las medias en un balde 
ves flotar el barro en el jabón 
tu cerebro es una incubadora suspendida a diez kilómetros 
frotás los cuellos de las camisas 
las enjuagás 
salís a tenderlas al jardín 
hace frío pero el sol te arde en la frente y en los brazos 
verde a morir adentro de los ojos 
ves los cables 
ves a tu hijo succionando la línea de los anticuerpos 
cantar hasta sacarse el miedo 
cantar no escribir dijo mi madre 
porque las palabras cambian el sentido 



es jueves y escribo por cansancio 
nada en la oscuridad del dormitorio 
me voy por la vereda donde pasean 
las mujeres de mi familia 
abro la puerta para ver la lluvia 
ahora 
atravesar el jardín y encender el motor 
son un movimiento automático 
faroles oscuros vigilan la cuadra 
se comen entre sí 
no es un inventario es un regalo: 
te dejo la campana de hierro 
con su soga de soportar visitas 
y las ramas del paraíso apiladas en la calle 
el ruido está adentro del volante 
subo a la autopista 
toda la ciudad se ve 
desde la ventanilla de mi auto 

de Saquemos a mamá del Cielo, Roxana Palacios

Fragmento del prólogo, por Javier Adúriz 

"...Sí, “saquemos a mamá del cielo”, hagamos bailar a las palabras, porque allá arriba se cambia la memoria. Sí, “esperemos la llegada de papá”, que trae las primicias del poema, la progresiva amalgama de visiones distorsionadas y sin embargo, como “docilidad que se repite”. Hagamos de la carencia una música concreta, porque la vida continúa con la misma furia que la literatura..."



lunes

Un bailarín



Nando, que trabaja en el puerto
y estudia letras, y no encuentra
 el tiempo para estudiar pero baila.
Nando, que baila tango
como escribiendo,
que gira como bailando un poema,
al girar y envolverme
como siendo la pausa.
Y es Nando, el ojo derecho cortado en chanfle
como pirata, que baila pegado y húmedo
como la brisa a la madera
porque suda como si doliera
muy adentro el tango.

Cuando bailamos, Nando, se oye el rio
sucio baila el amor 
y tu mano 
acaricia la orilla de mi dedo,
hay encuentro en el pivot.
Y cuando escribís con la marca
un poema, que sabe sonar 
como tango en tu ceja,  
baja la pierna y traba el gancho
Vos que estudiás letras
y pausas el paso, 
quién sabe, compañero
si esto
que construímos juntos
que fue giro agachado
que gastamos en la suela
volverá escribirse.
Por si no hay otra milonga,
Nando,
bailemos para siempre
acá.  

miércoles




cuchá una cosa
por vos bajé   ando cómoda olfateando el suelo
masticaste mi lengua sin que me diera cuenta  gracias
lo hiciste y ahora mi habla es más animal
gracias por morder mi lápiz
y hacerlo de tierra  

y mi vida se está volviendo un hueso poroso,
un fósil nostálgico

qué mirás así    tan pituquita  tan con lo genuino del barro
mancharse y morar ahí   esa tu ley   qué bien
estar sucia de jauría   impregnada de otros cuerpos

cómo no ser con vos puro agradecimiento
sí gratuitamente me pasas tu modo:
andar teniendo a todos calados
y hacerle justicia  al amor


la voz que responde por ti... por mí...


...qué bien te ves cuando en tus ojos no importa si las horas 
                                                                                          bajan

sábado

Gi-tana


Abro los ojos, los ajusto al tamaño de las persiana. Me muevo para todos lados entre las piernas de mamá, mis axilas encastradas en sus rodillas. Sino me dejaba peinar, la amenaza era clara: me iban a llevar los gitanos. Que se lavan el pelo con aceite, que no conocen peine fino, que viven sin paredes -porque quizás, aman sin biombos, pienso ahora. Yo le preguntaba a mamá mientras me deshacía los nudos, si esas familias comían en el baño, cocinaban en el cuarto, cómo era ese orden extraño y paralelo al nuestro. Preguntaba siempre si a las hijas de los gitanos las dejaban comer en la cama y dormir en los sillones, tener más de un novio y caminar solas por la calle. Mamá me inventaba cuentos para que no moviera y me dejara peinar. Poco me decía de esas nenas. Que jugaban con muñecas como yo, que se portaban a veces mal, pero no las retaban mucho. Me tiraban las trensas, pero me la aguantaba porque quería escuchar las historias de las hijas de las gitanas, nenas libres, con muchos nudos y el pelo engrasado.

Cuando peino a India, mi perra, me impaciento como mamá cuando me peinaba de chica. La perra se mueve y la sujeto. Le digo que si no me deja que le haga un chufito y le saque las lagañas va a parecer una perrita de una gitana. Que esas perritas viven en la calle y no saben qué es que les tiren una pelota o les den un premio; y que también no saben que es una correa y tener que hacer pis en un diario. Ella me mira como a un dios y no dice nada.

En los veranos en Uruguay veía muchas gitanas en la calle. 'Te digo el futuro, chica linda', le decían a mamá cuando íbamos a pasear por Gorlero de la mano. Después, de más grande, dejé de ir de su mano por la calle, entonses las gitanas me preguntaban a mí. 'Te leo la mano, bonita. Vas a ser afortunada en el amor', escuché una vez.

Hace poco, un pibe con el que salía me dijo que mi ropa tiene un estilo 'gitana'. Otra vez, en un boliche, le preguntaron mi nombre a una amiga así: '¿Cómo se llama esa, la gitana?' Tengo un amigo en la milonga que me dice 'tanita-gi', porque tengo carácter fuerte y soy media bruja.

Quizás, se cumplió la profecía. Aunque no viva en un monoambiente entre sábanas colgadas, vivo sin muchas paredes, despeinada y jugando a adivinar el futuro. Por momentos, siento miedo de este orden 'extraño y paralelo' y cepillo a mi perra, pero es pasajero. Las cosas del tiempo me dicen que mi destino es este: andar sucia de recuerdos y holgada de mente, esperando que alguien me preste su mano para leer.


Era cuestión de habitar la marca    rayar el cuerpo en diagonal
para que entre el aire hacer tajo en chanfle
era cuestión y no tanto   y aún así quebrados
llenábamos el dolor con saliva
no por la espera trágica
                                    acribillando las sienes
sino porque que nos enseñaron a ser siempre tristes

hay frutillas en los codos de nuestra infancia...  

era cuestión de emprolijarse los bordes
las marcas exigen silencio
y mientras fumamos en la galería    el torso desnudo de ansias
te das cuenta que cambiamos   y empezás a masticar lo real
nunca hubo una cuestión    la compañía es irrenunciable
                   el otro se tantea despacio a ojo y lengua

Te extraño, Sensei

Pero son tus ojos, el fondo de tus ojos lo que vale. El espíritu que le dicen, la condición de algo. Venga la sombra con su seco alarido. Mude el color, la gracia de este atardecer. A quién le importa. Ahí estás vos, con el perfume de una flor en tus ojos. De una mirada, me secás el cerebro. Perforado, transido, ardiente, luminoso, me llevás por el cielo adonde quieras. Que voy pero que vengo, tan tuyo como de nadie. Solo,
en la sola compañía de tu ser más compañero. Ahí, en el iris tuyo, donde se cuece el mundo.

Fin del partido
La gloria de vivir
Haberte visto
Javier Adúriz

La oscuridad traga y no convida

miércoles

Lo que vale, en la grieta


Veníamos jugando a decir nombres de dibujos animados.
El abuelo dijo Patoruzito y volanteó con la agilidad de un indio.
Relinchó el Megane y frenamos en una Shell fantasma.
Es que Betty hacía rato venía hinchando que se acabó el agua caliente
para el mate... Betty y mi hermana fueron al baño de la mano, y el abu se hizo amigo
del hombre que llenó el tanque. Un amigo más, pensé. Cada auto, un amigo más.
Yo bajé y caminaba al rededor de la maquina de nafta,
cubierta de calcomanías gastadas por el viento, por las idas y vueltas de la ruta,
por las uñas del señor que llena los tanques de los autos.
Como un arquéologa, iba rasqueteando la tierra, suelta y finita,
en el zócalo entre el piso y la máquina que daba el servicio de la estación.
Buscaba una moneda de diez o de cinco,
un dije de plata con forma de corazón -que había perdido el día anterior-,
o un papelito con un mensaje.
El abu me gritó algo que no escuché, seguí en la mía. Betty, siempre dele que te dele,
comenzó a preparar el mate el capó del auto y un puñado de yerba voló
de su puño a mis ojos. Seguí buscando el tesoro, a pesar de la ceguera parcial.
El ploc del pico del termo al cerrarse fue la señal de partida. Y ahí la ví, me rasguñó la rodilla a modo de saludo.

Agarrala y subí, que te cuento la historia de la mica, me dijo el abu, un hombre rico en historias.

Pensé que me contaría la aventura de una chica que ayudó a miqui maus,
al pato donal y a patoruzito. Esos eran los héroes de las historias del Abu.
No recuerdo el cuento, pero mica resultó ser otra cosa.
Ese pedacito de espejo incrustado en la piedra que encontré,
mica era esa miga de piedra preciosa que alguien hundió con su dedo meñique
hasta fondo de una roca común. La mica hace preciosas a las piedras,
que no están en las joyerías, sino donde el azar pone nuestro ojos.

Todavía conservo mi mica rodeada de piedra en algún cajón,
y cada vez que la encuentro hago lo mismo: en mi puño, la apreto fuerte
hasta que me sudan las manos. Quizás, porque ese día supe bien
que lo valioso en la vida sabe estar rodeado de mugre, al pie de una máquina de nafta,
en una estación de servicio, al costado del camino.




El rusito y la maestra

Hoy con mi abuelo leímos Juan Nadie de Miguel D. Etchebarne y se acordó de Gagliardi, un poeta del tango, un recitador que sabía escuchar y le gustaba mucho en aquel tiempo... Se pensó que nunca más iba a escuchar su voz, pero el Sr. Youtube es una gran caja de sorpresas para la gente de antes.

 Un regalo de mi abuelo, para todos:

 

dos algo en un día de lluvia non finished / advanced

Solo un cartón hecho caja
lleno de vino, tu mano
seca sobre uvas ficticias
       gatea por mi espalda
curva de ganas,
la vereda, la noche.
Mientras,
una sábana blanca sostiene cuerpos
muertos de ayer
Qué hambre de amor tenés,
tanta hambre      que  
llegaste a acariciar basura.
Ahora, tus yemas están de luto.


Che, boli.
Todavía te veo: la luces de colores, calándote la piel, el tajo en el cachete izquierdo, siento que arde pero todo es un reflejo temblando. Las gotas brillaban en las botellas. Son más jóvenes que nosotros. Blancas, diminutas, histéticas. Volvé, por favor y cebá más matea las cuatro de la mañana, cuando nadie te ve, con las uñas llenándose de restos. Qué zarpada esa lluvia, los vaguitos afuera pidían tragos, los apuraban, en el medio, nos miramos. La propina en la frappera. Alevoso mal, decís. Y detrás de la barra, se empezaba a dejar ver, entre copas, este tiempo.



martes


Te pido que no te olvides del resto.
No hablo de nosotros, lo digo en general.

Ayer, mientras pensaba esto caminaba del brazo de un viejo que sufrió
y lo olvido todo. Cuando pegué mi oreja a su antebrazo,
en su pulóver oí una voz que balbuceaba bajito: "te pido que no te olvides".


Ahora yo a vos: te pido que no te olvides.
El cerebro es una masa turbia, es necesario que hundas los dedos
para buscar lo conveniente. Soy capaz de apagar el pucho por la mitad,
para mostrarte como. No te olvides,
porque estamos por hundirnos y el croar de un sapo
es la única señal de lo urgente. No te olvides
de mi contradicción, de tu contradicción, de sentir que chocaron de frente:
el alma sin airbag, esquivando ambulancias.
Agarrá esto con fuerza: Vivir es no usar el cinturón de seguridad.
Como hace un rato, cuando esa llamada te hacía pasar el semáforo en rojo,
                                                                                                       sin querer.
No te olvides de esta multa: que jaquea tu moral y te hace el tipo que no eras ayer.

Mientras pensaba esto caminaba de brazo de un viejo que sufrió y lo olvido todo.

Está bien, ya podés lavarte las manos y dejar a tu cerebro en paz.
Si no te jode, mejor me voy alejando
como el viejo, a paso lento y corto
y a empiezo a prenderme otro
y esperar, que te acuerdes del resto,
y te olvides de todo.

jueves



Y el poema que no me escribiste te lo escribo yo.

Yo te invoco, papa de la lengua. Chiflá
(dos puntos)
que estoy esperando en el zaguán de tu casa,
que me recibas
con tus bermudas de jean mordisqueadas con tijera,
que me recibas
con el mate recién cebado, en chinelas púrpuras, 
que me recibas
con la página marcada en la poesía última
y la tierra todavía húmeda en las macetas con malvones y geranios.
  
Dale, pa, abrime que estoy cansada
(exclamación)  
de leer tus palabras y no poder apoyarme en tu hombro
(nada)
de escuchar tu voz y que sea el sonido de un recuerdo 
(nada)
de sentir tu mirada y no hallar tus ojos achinándose
(nada)

Sabés cuánto te extraño
(pregunta)
Tus partecitas ya se me pegan como escamas.
(tiempo) 
Y aunque pinchen, las peino en mi piel, llena de vos. 
(vacío)
Creo que es un dolor parecido a la muerte.
¡Hey!
Cómo gateamos esa vez, en primavera ¿te acordás?
Avanzábamos por un puente de cuellos arañados, roídos. 
Lo que une dos partes hermanas siempre termina siendo un camino dificil, dijiste. 
Las rodillas hundidas cada vez más en las médulas hinchadas.
Eran como redes elásticas ¿te acordás? 
Hicimos memoria juntos: las hamacas astilladas de la plaza de la Estación,
esos chicos que pusieron el vidrio afilado entre las maderas del tobogán,
el tajo en tu gemelo y cómo me ardió el hombro cuando me saltó esa gatapeluda.

¡Hey!
Cómo gateamos. Con la vertebras contraídas, apoyando una palmas a la vez,
un dedo a la vez, la cola al cielo, ronroneando casi en secreto. 
Y vi esa gotita en tu lagrimal, y pensé que te habías emocionado. Qué tonta.
¿De qué estás hecho, carajo?
A vos solo te hace llorar los cambios repentinos del color del cielo. La banalidad cósmica.
¡Puta, che! ¡Qué violeta soberbio! ¡Mirá! 
¿Quiénes somos para que el horizonte se nos desnude en lo ojos?

Un sol hizo corto-circuito debajo de tu camisa, lo noté y no dije nada.
(Veo mis manos uniendo toda esa sangre)
Es que en el fondo, olfateaba un nombre. A gatas, comencé a intuir a quién invocabas.
(Los tajos abriéndose lento)
Ahora comprendo eso que hinchaba tanto tus ojos y huía por tu garganta.
(Mis dedos como agujas suturando cariñosamente esos bordes)

Vos y yo artesaneándonos,
resonamos juntos, en la carne.
Vos y yo, un fragmento del mito. 




miércoles

En los silencios de mierda, presentes.


¿Entendés el soplido, Pituca?

(mi perra me mira como a un dios)

Al cielo se fueron los restos 
del pucho que fumé mientras me miraba 
mi perra-peluche, la salvaje doméstica.
Son creadores de ráfagas, dijeron sus ojos. 
Es así. Nuestras bocas generan materia eólica
voluntariamente, como un dios, escupimos viento.

¿no, Pituca?

(muerde los ladrillos desesperada, es una minera empedernida)

Ahora lo veo, el encendedor también da poder:
soy un dios cuando me doy fuego con la manos, voluntariamente,
cuando prendo una idea, en la chispa hay un eco de otro mundo. 

Pituquita, si supieras lo que duele amar…

(Se lo acerca con las patas, tímida posa el hocico en el metal caliente)

Vagar de rincón en rincón, no importa cuál sea la buena cucha,
la caricia es el deseo constante, digno de ser mendigado día y noche;
pasan las imágenes, la saliva en la boca cae y el espacio no se llena.

Andá, con eso de la envidia…

Me siento igual que vos , Pituca.

Acurrucate acá cerquita
                                         y mirá como deja el amor
                                               a esta animal pulgosa. 

(me lame las manos como limpiando la culpa)


A esa edad era una india. No me dejaba peinar, me escapaba corriendo por el pasillo del baño con ese chufo cavernícola en el pelo, y si no andaba en cuatro patas, estaba cerca. Saltando de sillón en sillón, trepando cuanto árbol se me pusiese en el camino; siempre descalza, siempre desnuda. Me acuerdo mucho de esa hamaca. En mi cabeza siempre fue un barco, una gran carabela como la de Simbad, el marino. Gritaba mucho ahí arriba, sola, en un mundo de bombardeos en alta mar. Creo que nunca apoyé la cola en uno de esos asientos. La foto retrata la posición exacta en que me ponía cada vez que salía a navegar. Así erguida con la mirada clavada en el horizonte, agarrada de la parte más alta de los caños. Recuerdo que me miraba los bíceps y me sentía Popeye. Ni hablar de lo que sufría cuando venían los hijos de los amigos de mis viejos o mis primos a jugar a casa...otra persona en el barco era inadmisible. Un marino inexperto aletargaría el ritmo perfecto del sube y baja de mi nave, que siempre estaba al filo de completar la vuelta de 360°, tan temida por mi vieja. Lo que seguía a mi ataque de histeria era casi coreográfico: los brazos en pinza del viejo me alzaban, yo me resistía en peso muerto, pataleaba y miraba con veneno a los culpables de mi destierro; adentro, en la sombra fresca de la cocina, me retaban y me ponían en penitencia "por egoísta". Nadie entendían. Yo prestaba mis cosas, lo que no podía prestar era mi mundo de fantasías. No porque no quisiera, era más bien una imposibilidad lúdica que presentía en esos niños. Sabía que nadie podría sentir el agua de las olas que chocaban contra la proa salpicándome las mejillas, o tirar con mucho esfuerzo la pesada ancla al fondo de mar y oír las cadenas desenroscarse, hasta llegar a su tope. Yo había aprendido como luchar con pasión, lo que implicaba poner en riesgo la vida y saltar con astucia de un respaldo al otro, espada en mano, apuñalando hombres rudos, con la hamaca en movimiento. Me imaginaba tipos fieros, sin una pata y sin un ojo que no se conmovían por mi edad y mi tamaño. Les gritaba, a ellos y a mi tripulación, también hablaba con un lorito imaginario, que no recuerdo el nombre. No era que no quería jugar con nadie pero había algo en esas aventuras que prefería guardar en secreto. Con los demás chicos jugaba a la mamá y al papá o traía mi arsenal de muñecas y valijitas Juliana doctora, dentista, electricista, cajera de supermercado, superstar... en esos juegos era delicada, frágil y calladita, peinaba barbies, hacía dormir a bebotes, preparaba comida para las tortugas con pétalos y hojitas. Creo que nunca nadie supo bien que hacía arriba de esa hamaca. Un día todo fue muy feo. Salí corriendo al parque y mi carabela no estaba. Se fueron sin mí, grité. Todavía hoy me rio al verme ahí parada, loca de ira, y me da ternura. Llorando, busqué a mamá y le conté todo: las peleas en el mar, los tesoros, el lorito, los piratas sin ojos... Ella disimuló la risa, me abrazó fuerte y me dijo al oído dos cosas que hasta hoy me hacen ruido en la cabeza. La primera, que las aventuras siempre iban a estar en mi cabeza. Hoy lo compruebo, aunque de vez en cuando extraño mi nave con la tripulación adentro, que según me contaron, la donaron a un hogar de huérfanos. La segunda, que mi gran desafío sería ser héroe en la vida real. Esa esta en un proceso de reflexión constante.

martes

La Biblioteca del Maestro sabe darme buenas sorpresas...

Ahora reclinas la cabeza sobre islas
que limitan la presencia del ángel.
Tu cuello, como un presentimiento, 
hace eterna la palabra del poeta sin trono
que deposita su mano sobre los templos
de la gracia, del oro y de la ceguera.

Carlos Panelas - Al amoroso fuego

Leonardo Favio (1938 - 2012)


 Lo que sé

Sé que “artista” es lo único que puedo escribir en el espacio de los formularios  donde se solicitan a uno tener profesión respetable.
Sé que muchos colegas dudan entre esa palabra y alguna que, con una ligera distorsión de la realidad, provea una estructura más sólida, como “cineasta”, “cantante”, “constructor  de edificios” o “actor”. Pero yo nunca fui actor: trabajé de actor, que es muy distinto, porque no sabia hacer otra cosa
Sé que me dediqué al cine porque en el cine  no se notan los errores ortográficos.
Sé que un artista es el que primero debe aceptar su profesión, y como tal debe asumir el reto que implica la mirada atónita de tantos burócratas. Al fin de cuentas, está el sastre que me hace el traje para que yo lo luzca y estoy yo que hago una película para que él la vea. Cada uno tiene un oficio en la vida Y yo he podido vivir con dignidad de uno hermoso.

Sé que está en  mis genes, que es agradable pasar por la vida sin haberle dado ganas de morir a nadie.
Sé que la video casetera es un artefacto maravilloso que revolucionó  el ámbito de los realizadores. Los chicos de ahora tienen la fortuna de poder ver las películas todas las veces que haga falta, rebobinar, y volver a ver las escenas que les interesan. En mi época, eso sólo era posible en largas sesiones en el cine de barrio, que alternábamos con el café de la esquina. Así vi  El ciudadano unas treinta veces.
Sé que cuando hice Crónica de un niño solo era un pibe de 21 años y nadie me daba bola
Todos se reían de mi película y anduve con la lata bajo el brazo cuatro años para que la vieran. Tuve que encontrar un loco como yo para que me produjera: estaba en Mendoza y él llegó con un auto y dos chicas. Yo le vi la cara de productor y me acerqué. Era Luis  De Stéfano. Tuve mucha suerte. En ese sentido, Dios fue muy bueno conmigo.
Sé que nadie quiere hacer mal cine o una película mediocre: todos queremos empatar con Orson Welles. El que no logra algo que valga la pena, no es porque no lo haya querido, sino por que no le dieron las alas Por eso soy enemigo de una critica a mis colegas.
Sé que su veo una película y no me gusta, prefiero mentir y decir que no la vi antes que hablar mal en cinco minutos del trabajo de un tipo que estuvo dos años elaborando algo. Mal puedo yo juzgarlos, por que soy consciente del trabajo que eso significó, golpeando puertas, chupando medias, sufriendo humillaciones.
El Romance del Aniceto y la Francisca (1966)
Sé que su algo me gusta, sí, lo grito a los cuatro vientos. Por ejemplo, Pizza, birra faso, es una de las obras más bellas que he visto en los últimos tiempos. Cuando la vi, sentí una ligera envidia: me gustaria haberla filmado yo.
Sé  a ciencia cierta que tenes que tener mucho de suicida para meterte en el cine. Es un camino muy doloroso si se lo hace con pasión. Cubrir los costos, lidiar con gente que no entiende nada, es muy desgastante. Por lo menos para mí. Y los críticos tienen mucho que ver con ese malestar. Olvidan que solo hacemos películas, que no queremos lastimar a nadie.
Sé que nunca voy a olvidar la critica de un inescrupuloso que señalaba que era un absurdo que un tipo del campo usara jeans en Nazareno Cruz y el lobo. Evidentemente, este buen hombre nunca fue al campo. Y, además, ¡mucho mas absurdo era que el gaucho se convirtiera en lobo!.
Sé, o intuyo, que la belleza que debemos perseguir se parece bastante a la que se da en el cine iraní. Hace mucho propongo, que en lugar de contaminarnos con el cine norteamericano que te golpea la retina con una explosión, intentemos un cambio al estilo iraní, que te golpea el corazón con cosas del corazón. Yo quisiera que se trabajen más las atmósferas, los climas, las cosas simples.
Sé que tengo mucha esperanza en los jóvenes, pero me gustaría que además de estar tanto tiempo en las universidades, visitaran la vida, salieran a pasear por las calles perdidas de Buenos Aires. Veo como que la gente vive en el contrafrente , y lo que hace falta, a mi entender, es salir un poco al bacón.
Sé que hay que sentarse por lo menos una vez en la vida en la sala de espera de un hospital.
Sé que hay que enamorarse de la gente con desparpajo.
Sé que no tengo mas ganas de vivir prisionero de datos y de fechas. Cuando filmaba Perón, sinfonía de un sentimiento, no solo me equivoque y puse en el balcón del 45 a un diputado del 73, sino que lo mate a Perón un año antes. Después de seis años de trabajo estaba confundidísimo. De casualidad una persona se dio cuenta.
El Romance del Aniceto y la Francisca 2008
Sé que después, cuando nos metimos con Soriano en un proyecto para hacer un documental sobre el Che Guevara, me embalé, lo embalé a él, me desinflé y me dio vergüenza llamarlo de puro miedo de que mandara al carajo. Ahora sé que ese proyecto fue más bien un pretexto para que charláramos un rato.
Sé que si me quieren juzgar por mi cancionero, no pueden compararme con Wagner. Ni siquiera con León Gieco. Porque mi canción apunta a lo más sencillo.
No pretendo que tiemble Neruda, sin simples canciones. Sé que soy un compositor de vuelo rasante.
Y creo que Dios es un exagerado.

Leonardo Favio

jueves

He's standing far too near


Querés asomarte,

de a momentos, seguís un lunar
la sombra no te dejó

-maldecís con hambre-

Es casi infantil tu curiosidad
en la mano amputada, apurada
viva de deseo 

Why don't you shut the door

y charlamos
 de los espejos, el choque la teoría de las caricias.


Sin embargo, algo encadena.

Después de volantear,
éramos juntos, masticando carne en la frontera
de la civilización, a la luz de farolitos de colores...

¿Querés asomarte una vez más?

Lo que buscás hace rato ya lo ves. 

imagen

Y ahora, amigo, ¿quién fuma el pensamiento bajo el sol matinal?
Largas horas, en pedazos de recreos, todas
apretujadas en ese par de ojos.
Vivías horas de más, viejo, exonerabas el tiempo,
y yo siempre en constante admiración. 
¿Te acordás de las baldosas atrás de la columna del patio? Esa era tu guarida. 
Ahí, tus manos daban el fuego al silencio y en tus cienes, ardían unos
pequeños fogonazos. 

Pasando la puerta, eras alma: eso fiero y crudo, 
que estremecía a cada uno de nosotros.
Sacudía verte el espíritu en carne viva
entre huesos, el cuello desnudo y arrugado
Y tu voz, contemplativa en constante reemplazo.

 A veces, vislumbrabas un miedo, un dolor 
en el fondo del pecho de alguien. Y no dormías en la duda,
ya estabas preguntando suave cómo estaba la cosa en ese marote.
Tu mano en el hombro, la mirada austera y ese silencio tibio y sin apuro. 
No te hacía falta nada para comprender el estado ambiguo de las cosas, 
el ser adolescente de esa libertad utópica a los 18, sabías de la existencia pellizcada 
por dramas mínimos y cotidianos. Vos tomabas esas canicas de llanto en tus palmas,
las pesabas con justicia absoluta, y a cada uno nos señalabas la muerte del segundo. 

martes

Se habla poco después de una muerte.
Se escribe poco.
Un tiempo después, un día que no importa,
recibís un mensaje,
estás frente a tus papeles,
la bandeja del mate a tu derecha,
todas las fotografías en tu lóbulo frontal,
junto al agujero del derrame,
y ahí ves la cara de tu amigo,
limpia, enterita, como una caricia.

Roxana Palacios. Delta. Ediciones del Dock, 2012.

viernes

Desde el celular, en los infinitos 140 caracteres tuiteros


   

 2 - 10 - 12   Nueve de la mañana ( en el 152 camino a la facultad)

Llueve / en el colectivo / suena el indio en la izquierda / la ventana es vidrio estampado con agua / frenan los autos y se para el dolor.

Un cana mojándose en la esquina / asfalto mal cuidado / mis pies cruzan la cebra / pasa acá en Argentina / y un semáforo chino en verde.

   22 - 9 - 12  cuatro de la mañana (en un taxi de vuelta a casa)

Tendría que existir un maquillaje que se evapore al final de noche. El algodón y la crema dan la sensación que te estás borrando la cara.

El ascensor: Elevarnos y guardarnos en jaulitas en altura. Los deptos son huecos de una gran colmena. Somos insectos en busca de miel.

La ciudad destila ausencia. La gente apelotonada en chebolis. El calor humano bajo techo. Comprimidos, y en los huecos cumbia melódica.

Viajar en taxi revuelve neurona. Es un ventilador cósmico de recuerdos. Upa me esta saliendo una poesía Bambinesca muy oscura. Belleza.

   18 - 8 - 12  siete y media de la mañana ( secándome el pelo, post-duchazo) 

Stormy weather. Bajo la ducha, en mi cabeza y outside





domingo


Gracias por esta paz
sublebándose al camino
los pies desnudos en charcos
de vela, los grumos de sol 
en las plantas, oigo tu voz    y no hay nada
una memoria ablandándose tibia
como la yerba podrida en el mate
y fumás
silencio, para arrastrar el tiempo
lejos    a otro balcón con plantas
malvones, gerañios, lazos de amor
tu yemas se volvieron hojas
absorbieron la palabra ausencia
ahora sos de agua
te enredás en humo y subís
ya el rasguído es profundo
en llamas el ritmo, en llamas tu corazón
que abrió los ojos hechos bolitas,
gracias por esta paz,
la siesta nos sorprendió desnudos.  

uno de Eugenio Montale

La anguila

La anguila, la sirena
de los mares del norte
que deja el frío Báltico
para llegar a nuestros mares
a los estuarios y los ríos nuestros
que remonta avanzando
por lo hondo contra la corriente
de cauce en cauce y luego
por afluentes más pequeños cada vez,
siempre hacia adentro, al corazón
del peñasco, y se queda
filtrándose en los hilos
de agua turbia y de barro hasta que un día
una luz disparada desde los castaños
le enciende un sobresalto
en pozos de agua muerta,
en los pozos que bajan
desde los Apeninos,
la anguila, antorcha, látigo,
flecha de Amor en tierra
que sólo nuestros secos
arroyos reconducen
al paraíso
de la fecundación,
la anguila, el alma verde
que busca vida ahí
en la desolación ardiente,
una chispa que dice
todo comienza cuando todo
parece ya carbonizado,
enterrado tocón;
la pupila fugaz,
igual a la que engarzan tus pestañas,
y brilla intacta entre los hijos
de los hombres hundidos
en tu fango, ¿podrías
creer que no es tu hermana?

Traducción: Alejandro Crotto



miércoles

go-tan-ta-pa-sión


¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

Tal vez, de lo frágiles que somos. Cuando decimos amor, nuestro bicho del caracol sale a la luz, se asoma eso blando y baboso que nos da vergüenza mostrar.

Sanateamos, chamuyamos, guitarreamos. Porque en el fondo, hablamos de algo que nunca terminamos de conocer. Esgrimamos con las palabras, nos volvemos espadachines del lenguaje. Quizás para acercarnos un poquito más a la cosa, para tocarlo. Intentamos pesarlo en la palma de nuestra mano, y así percibir más palpable el sentimiento...  Si es que es un sentimiento, claro. Algunos dicen que es un acto de la voluntad, una energía, una meta, una escusa, un resultado, una casualidad... Otros dicen que es Dios.

Todos tenemos la palabra en nuestro vocabulario. Un mendigo, una anciana, un futbolista, una madre soltera, los borrachos y los directores de los colegios. Todos hablaron alguna vez de el amor. Después está la diferencia entre hablar de el amor y hablar de amor.

En definitiva, cuando hablamos del amor o de amor, hablamos de personas. Porque para amar tiene que haber, aunque sea, una parte humana. Se puede amar a un animal o a un objeto, pero siempre hay una persona que ama a. Por eso, hablamos de lo nuestro. De lo más humano, aunque a veces parezca divino.

Hablamos de instantes fugaces que casi no existieron. Hablamos de fuego en el esternón, de unas ganas locas de correr, saltar y gritar. Hablamos de celos, de extrañar, de besar, de pensar, de no tener y tener, de tiempo, de espacio, de color, de un par de ojos, de manos, de sombra, de miedo, de vos.

Voy a seguir escribiendo acá, por el momento freno. Aunque cada vez que viajo en colectivo, camino por la calle, entro en un supermercado o en un café, miro a los ojos a las personas y me hago esta pregunta. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?





viernes

El último asado

Un adelanto del corto de mi amigo Julen Laburu, un loco que se las trae. Bueno, bueno, gran laburu. 

Al que se quiera dar una vuelta... se proyecta el  martes 18 a las 19 hs en el cine de la F.U.C en Pasaje Giuffra 330 entre Defensa y Balcarce. 


sábado



Hay una postura ante todas las cosas. Puede ser la no postura. Pero nuestra osamenta, incluso la mental, nos  vuelve inevitablemente seres posturales. A veces tremendos hipócritas; la postura dice mucho, quizás demasiado. es la locación del ojo frente a la cosa, es lo que podemos -no tanto lo que elegimos o queremos- ver del asunto. Decirla a veces nos deja desnudos, entonces buscamos una postura "digna" de ser vociferada, nos paramos atrás de algún "grande" y nuestra postura se va volviendo cada vez más débil, más chiquita y tímida. Pienso que a la propia postura hay que tallarla, esculpirla, sin miedo a la grieta. Aspirar algo pétreo, que se la banque. Como a las plantas, clavarle maderitas paralelas al tallo, vias de sostén. Tomar buenas posturas de otros, nutrirse, pero salirse de la sombra, dejar de ver detrás del hombro de.... y aceptar cuando nuestra postura se cansa, se pliega sobre si misma, nos dice "basta, ya no me puedo mantener erguida". Cuando a mi postura le pasa eso me siento junto a ella en el piso. Le acaricio el pelo, le doy palmadas de ánimo en la espalda y miro por sobre ella, miro eso que ella miró con otros ojos, más limpios. Tal vez, la cosa más jugosa pase por ahí, por saber mirar por sobre la postura.

miércoles

Sharon Olds


El pene del papa
Cuelga en lo profundo de su bata,
un delicado badajo en el centro de una campana.
Se mueve cuando él se mueve, como un pez fantasmal
en un halo de algas plateadas, con el pelo ondeante
en medio de la oscuridad y el calor.
Y en la noche, mientras los ojos duermen, él se levanta
para alabar a Dios.

***
Ahora que entiendo,
quiero pensar en tu terror:
entre tus piernas, una niña loca de amor;
el cuerpo largo, fresco, joven, delgado
como pastillas de jabón; los pechos redondos y elevados,
burbujas opalescentes; dieciocho años, nunca antes tocada.
Quiero entender tu terror ahora,
la forma en que la tomaste
y la desfloraste como limpiando un pez,
la conversación de esposa al irte en la mañana.
Ahora que conozco el miedo del amor
quiero pensar en su cuerpo blanco y caliente
como un pez verdoso recién llegado a tierra
que se agita y se da golpes contra las rocas.
Cayó en tu regazo, temblando igual que tu pene,
una mujer enloquecida de amor, con el calor
de un libro recién impreso, tan aguda
como una herramienta nunca usada.
Ardía en tus muslos y todo lo que pudiste
hacer fue hurgar en su cereza
como sacando a un caracol de su oscura concha
y luego tirarla lejos. Me asombra el terror dispuesto
a perder tanto, me enamora la niña
entregada que fue hasta ti y te dio su ofrenda,
la carne delicada, como un festín
en una bandeja –sí, sí,
acepto el obsequio.


Adolescencia
Cuando pienso en mi adolescencia,
pienso en el baño de aquel sórdido hotel
al que me llevaba mi novio en San Francisco.
Nunca había visto un baño así:
no tenía cortinas, ni toallas, ni espejo, solo
un lavamanos verde por la suciedad
y un inodoro amarillento, color óxido
–como algo en un experimento científico
donde se cultivan las plagas en los cuencos–.
En ese entonces el sexo era todavía un crimen.
Salía de mi residencia universitaria
hacia un destino falso,
me registraba en la posada con un nombre falso,
atravesaba el vestíbulo hasta ese baño
y me encerraba.
No lograba aprender a ponerme el diafragma,
lo decoraba como un ponqué con espermicida brillante
y me agachaba; se me caía de los dedos
y viajaba hasta una esquina,
para aterrizar en una depresión cóncava
como el nido de una rata.
Me inclinaba, lo recogía y lo lavaba,
lo lavaba hasta convertirlo en un domo frágil,
lo glaseaba de nuevo hasta que estuviera reluciente,
lo doblaba con su pequeño arco y
volaba por los aires, una esfera zumbante
como el anillo de Saturno,
me agachaba y me arrastraba para recuperarlo.
Eso es lo que veo cuando pienso en tener
dieciocho años, ese disco brillante
flotando en el aire, descendiendo, y me veo a mí misma
de rodillas, tratando de alcanzar mi vida.

Traducción: Andrea Garcés

domingo

Gotán nuevo



El bailarín se llama Fabrizio Chiodetti, creo que es francés. Hace mucho que no veía algo así. La conexión es invisible pero muy intensa. Al principio se nutre de mirada y roce, se va amasando el abrazo. Hay algo de contact improvisatión. Qué bueno, che. Dan ganas de bailar así. 





El mismo bailarín. Este tango tiene un planteo original, cuenta una historia. De vuelta ese tacto misterioso. Algo muy lindo, muy poético. Me detengo en la orquesta, francesa, La Típica Sanata, Por momentos rockean, están las raíces del gotán pero también el tiempo. Estos pibes vinieron el año pasado para acá. El que canta tiene acento argento, todavía no descubrí la verdad de la cosa. Chusméen por su cuenta.

jueves


mio


"Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura".

Bonsai
Alejandro Zambra

jueves

Penetrar la cosa, / la duda actante más turgente, / su materia sincera.


Rompería la trama del silencio con más mutismo.

Inundaciones de liquido encefálico.
Ahuyentando el tiempo interno del segundo,
ocres en fundición,
ya está adentro, late.

Ir más adentro del material, / agarrotado hasta la grasa / donde el plástico se vuelve a unir en sus bordes.


Abrimos los ojos por primera vez, olfateamos la piel
como animales en celo.


Los hilos abriéndose en hebras, en palabras,
cuando ya no hay más que decir.
Ir ahí, al silencio abismal.


En el roce está la llave / que pasa limpia y trepa el óxido,
en los ojos el pudor,
manoseando el no sé ajeno.


Qué tanto resiste un cráneo al goteo hueco del deseo.
Te exhorto:
desbordá el líquido y no más, por favor,
ya tomé bastante.


Ahora, embriagada, tendida en la alfombra de besos rancios,
ese lugar que nos fía la noche.


Percibiste calma quebrándose y esa flaqueza me descarnó.

Adentro yira roja, todavía encendida.

Voy a hacer algo que está mal, voy a tirar este chicle por la ventana. Hoy no voy a sonreirle al colectivero;
quizás, cruce la calle por la mirad de la cuadra y camine zigzagueando por la vereda, no sé. Hace rato que
quiero robarme un par de Sugus del kiosco, cuando me busca los pucho, el tipo no me ve. Colarme en la
cola del super no estaría nada mal, o llegar a la caja de "envíos" y decir perdón no me dí cuenta. Tengo hartas ganas de dejar plantada a mi psicóloga y sacar un turno con el oculista para cancelárselo diez minutos antes. Pedirle al pibe de la librería El Ave Fénix que me busque seis libros y no llevar ninguno, porque ahora están muy caros. Mentir, mentir mucho y deliberadamente a todo aquel que ose dirigirme la palabra. Llamar con la mirada para esquivar los ojos ajenos con dura indiferencia. Voy a tirar este chicle por la ventana, ya lo decidí. Ahora la maldad cotidiana se ve a sentir enserio.

De Saer


El arte de narrar

Llamamos libros
al sedimento oscuro de una explosión
que cegó, en la mañana del mundo,
los ojos y la mente y encaminó la mano
rápida, pura, a almacenar
recuerdos falsos
para memorias verdaderas.
Construcción
irrisoria, que horadan los ojos del que lee
buscando, ávidos, en el revés del tejido férreo,
lo que ya han visto y que no está.
Porque estas horas
de decepción, que alimenta la rosa
del porvenir donde la vieja rosa marchita
persevera, no quedarán
tampoco entre sus pétalos,
flor de niebla, olvido hecho de recuerdos retrógrados,
rosa real de lo narrado
que a la rosa gentil de los jardines del tiempo
disemina
y devora.

sábado

Ahora la boca llena de anzuelos
That´s the way  aha aha  I like it
parece
aha aha 
Hay veces que acepto la ausencia
no haber estado ahí    calma no se qué
un segundo antes de la bronca
suelto aha aha
como si ese sea the way

Están bailando  su mejilla en tu hombro
los tacos pinchan mi espalda
escalan hasta mi cabeza,
me dasaguo como un rayador
de ahí saltan los dos y caen
en una inimaginable pose final
los  anzuelos tiran acá-
por entre sus dientes separados
-huelo tu aliento en su cuello-
hay algo que se abre más aún
y acepto porque
that´s the way ahahaha 
¿I like it?

Por ínfimas finuras


Emily Dickinson
(Amherst, Massachusetts, 1830-1886) 


I CANNOT LIVE WITH YOU

I cannot live with You ―
It would be Life ―
And Life is over there ―
Behind the Shelf

The Sexton keeps the Key to ―
Putting up
Our Life ― His Porcelain ―
Like a Cup ―

Discarded of the Housewife ―
Quaint ― or Broke ―
A newer Sevres pleases ―
Old Ones crack ―

I could not die ― with You ―
For One must wait
To shut the Other’s Gaze down ―
You ― could not ―

And I ― Could I stand by
And see You ― freeze ―
Without my Right of Frost ―
Death’s privilege?

Nor could I rise ― with You ―
Because Your Face
Would put out Jesus’ ―
That New Grace

Glow plain ― and foreign ―
On my homesick Eye ―
Except that You than He
Shone closer by ―

They’d judge Us ― How ―
For You ― served Heaven ― You know,
Or sought to ―
I could not ―

Because You saturated Sight ―
And I had no more Eyes
For sordid excellence
As Paradise

And were You lost, I would be ―
Though My Name
Rang loudest
On the Heavenly fame ―

And were You ― saved ―
And I – condemned to be
Where You were not ―
That self ― were Hell to Me ―

So We must meet apart ―
You there ― I ― here ―
With just the Door ajar
That Oceans are ― and Prayer ―
And that White Sustenance ―
Despair ―




VIVIR CONTIGO NO PUEDO

Vivir Contigo no puedo ―
Eso sería la Vida ―
Y la Vida está allá ―
Detrás de la Alacena

El Sacristán tiene la Llave ―
Que guarda
Nuestra Vida ― Su Loza ―
Como una Taza ―

Que tiró la Patrona ―
Por Rara ― o Rota ―
Un Sèvres nuevo gusta ―
Los Viejos se ajan ―

Morir ― Contigo ― no podría ―
Pues Uno de los dos debe esperar
Para cerrarle la Mirada al Otro ―
Tú ― no podrías ―

Y yo ― ¿Podría demorarme
Viendo como Te ―  hielas
Sin mi Derecho al Frío ―
El honor de la Muerte?

Resucitar ― Contigo ― no podría
Porque Tu Rostro
Suprimiría el de Jesús ―
Esa Nueva Gracia

Brilla clara ― y extraña
En mi Ojo nostálgico ―
Salvo que Tú brillaras
Más próximo que Él ―

Nos juzgarían ― ¿Cómo? ―
Pues Tú ― serviste al Cielo ― Lo sabes,
O lo intentaste ―
Yo no pude ―

Porque Tú colmabas la Mirada ―
Y a mí no me quedaban Ojos
Para la sórdida excelencia
Del Paraíso

Y si Tú te perdieses, yo lo haría ―
Aunque Mi Nombre
Resonara más alto
En la fama Celeste ―

Y si Tú ― te salvaras ―
Y yo ― fuese condenada
A estar donde no estuvieras ―
Mi ser ― sería un Infierno para Mí ―

Debemos encontrarnos
En la separación ―
Tú ahí ― yo ― aquí ―
Con la Puerta entornada
Abismos hay ― y Ruegos ―
Y ese Blanco Sustento ―
La Desesperación ―




WATER, IS TAUGHT 
BY THIRST


Water, is taught by thirst.
Land ― by the Oceans passed.
Transport ― by throe ―
Peace ― by its battles told ―
Love, by Memorial Mold ―
Birds, by the Snow.


EL AGUA SE CONOCE 
POR LA SED


El Agua se conoce por la sed.
La Tierra ― por los Piélagos franqueados.
Por el tormento ― el Éxtasis ―
La Paz ― por los combates legendarios ―
Amor, por el Verdín en la Memoria ―
Por la Nieve, los Pájaros.



I LIKE A LOOK
OF AGONY


I like a look of Agony,
Because I know it’s true ―
Men do not sham Convulsion,
Nor simulate, a Throe ―

The Eyes glaze once ― and that is Death ―
Impossible to feign
The Beads upon the Forehead
By homely Anguish strung.


VALORO UNA MIRADA
DE AGONÍA


Valoro una mirada de Agonía,
Porque sé que es verdad ―
Nadie finge Estertores,
Nadie simula el Pánico ―

Se enturbia la Mirada ― y es la Muerte ―
Imposible falsear
Las Perlas que en la Frente
Ha enhebrado la Angustia íntimamente.



THE DIFFERENCE BETWEEN
DESPAIR AND FEAR


The difference between Despair
And Fear ― is like the One
Between the instant of a Wreck ―
And when the Wreck has been ―

The Mind is smooth ― no Motion ―
Contented as the Eye
Upon the Forehead of a Bust ―
That knows ― it cannot see ―



ENTRE EL MIEDO Y LA
DESESPERACIÓN


Entre el Miedo y la Desesperación
Hay un abismo ― Igual
Al que media entre el tiempo del Naufragio ―
Y el Naufragio después de que ha ocurrido ―

La Mente queda mansa ― Inmóvil ―
Sumisa como el Ojo
En el Rostro de un Mármol ―
Que no ignora ― que es ciego ―




‘TIS NOT THAT DYING
HURTS US SO


‘Tis not that Dying hurts us so ―
‘Tis Living ― hurts us more ―
But Dying ― is a different way ―
A Kind behind the door ―

The Southern Custom ― of the Bird ―
That ere the Frosts are due ―
Accepts a better Latitude ―
We ― are the Birds ― that stay.

The Shiverers round Farmers’ doors ―
For whose reluctant Crumb ―
We stipulate ― till pitying Snows 
Persuade our Feathers Home.


NO ES QUE MORIR NOS
DUELA TANTO


No es que Morir nos duela tanto ―
Es el Vivir ― lo que más duele ―
Morir ― es un camino diferente ―
Un Algo tras la Puerta ―

El Hábito Sureño ― de las Aves ―
Es marcharse antes de que llegue el Frío ―
Se someten a un Clima conveniente ―
Nosotros ― somos Aves ― que se quedan.

Los Friolentos que rondan las puertas del Granjero ―
Por cuya Miga mísera ―
Pactamos ― hasta que piadosas Nieves
Persuaden nuestras Plumas al Regreso.


*Poemas de Emily Dickinson en POR ÍNFIMAS FINURAS 
(Selección, prólogo y versiones 
de Ricardo H. Herrera)