Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

lunes

Hay algo

1926 - 2012

Murió Mario Trejo. Hará dos meses me compré su último libro. En realidad, no lo compré, Mario, de alguna manera, vino a mí. Los libros tienen ese magnetismo misterioso del que es difícil escapar, una especie de corazonada inexplicable que se siente al rozar o mirar azarosamente la tapa, o pronunciar bien despacito y para adentro el nombre del libro o del autor.
Creo que fue en la noche de las librerías, el año pasado, cuando ví casi sin mirar su nombre en la tapa de no me acuerdo qué libro, en una de usados en Corriente. Trejo me quedó sonando, porque es corto y raro de pronunciar. No safaste de la "tr" que viene una j jodida. Já, qué estupidez. La cosa es que lo ví en un par de librerías más y me decidí a comprarlo. Lo rescaté del pequeño y árido estante de poesía de la librería El Fénix de Pueyrredón y Juncal, un bulincito que cada tanto me sorprende. Dije algo así como "hoy te venís conmigo", en voz alta; la señora que atiende ya me conoce y sabe que le hablo a los libros, mientras chusmeo sentada en el piso. Me acuerdo que después de llevarme Los pájaros perdidos y  un par más, pasé por Norte y Sandro me armó una listaza de libros que no podía dejar de llevar. Admito que me lamenté haber gastado la plata en el librín de Mario, que excepto por mi intuición, era todo un misterio, sin recomendación alguna. Separé lo justo para el café y con Sandro hicimos magia (en realidad él, porque para los numeros soy de cartón corrugado) para que me pueda llevar lo más y mejor posible. De esa GRAN compra salió Autobiografía de Hielo, 100 poemas chinos... y Casa que vez caminar. Me fui de Norte con la billetera vacía y el corazón a todo galope. Mientras caminaba y fumaba camino a Santé, me sentía feliz. Feliz, enserio. Creo que caminar con libros en la mano por la calle es en la situación que más palpable siento la felicidad. En el bar, pedí el café chico, el único que podía pagar, y saqué Los pájaros perdidos. Lo abrí y putié porque la segunda y tercera página del prólogo de Saccomano me vinieron en blanco. Todo raro con vos, Trejo, pensé y le entré de una a los poemas. No paré hasta el índice. Eso era lo que me querías decir, che. Balazos en la boca.
Hoy me desperté y mientras me cambiaba para ir a la facultad, Sietecase anunció tu muerte. Tardé en ponerme las medias y los borcegos, pensando en toda esta red de conexiones locas que ni sé porqué la estoy escribiendo acá. La cosa es que agarré de mi biblio tu libro y lo llevé en la mano hasta la parada del bondi. Los tiempos me dieron perfecto, fumé, terminé y llegó. Ni bien me acomodé en la parte de atrás, agarrada del respaldo de una mina más o menos de mi edad, abrí Los Pájaros y me puse a leer. Mis ojos corrían por los poemas como queriendo arrancarlos del papel. Miraba cada tanto para los costados, mantenía el libro lo más vertical posible, porque quería que todos leyeran tu nombre. Que al menos una sola vez y sin prestarle mucha atención, pronunciaran tu apellido. Hace un rato volví de mi clase de tango y mi hermana me pidió algo para leer antes de dormir. Le dije: leé a este tipo que se murió hoy y es...Me calló: qué se va morir hoy, dame el libro, que ese tipo está acá.


El doble fondo de tus ojos

De pronto callaron las voces
El viento nos dejaba sordos
El mar se detuvo de pronto
La ola cubrió el horizonte


Un caballo cruzó al galope
El doble fondo de tus ojos
Los días se hicieron más cortos
La vida transcurrió de noche


Sería imposible repetirla
Esa temporada en el invierno
Premonitoria de desastres


Pero fue vida todo es vida
Amor cierto días inciertos
Distancia eterna de este viaje

Los pájaros perdidos. Poemas de amor, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2010


Me gustan las palabras de Reinaldo Sietecase de hoy y de siempre...



A PROPÓSITO DE LA PALABRA DIOS

Decirla
Nombrarla
Pedirle
Temerle
Mirarla
Tocarla
Negarla
Gritarla

Creo en todo este caos
Creo en toda esta locura
Crímenes y torturas
Que un día terminarán

Creo en tanta injusticia
Y en la ley de la selva
Vivir es una guerra
Que un día terminará

Yo creo sin embargo
Que en medio del incendio
Cuando todo está ardiendo
Algo hay

Belleza de los locos
Crepúsculos en llamas
Infancia destrozada
Algo hay

Laberintos rabiosos
Espejos sin salida
Amor enceguecido
Algo hay

Ruleta de esperanzas
Recuerdos como flechas
Domingo interminable
Algo hay

Besar por vez primera
Luchar contra el olvido
Inútiles reencuentros
Algo hay

Balazos en la boca
El sol negro de pena
Elegir el olvido
Algo hay

Locura del planeta
Razón del universo
Que ignora el bien y el mal

Tambores en la noche
Repiten la palabra
Obsesa como el mar

Saber que no hay respuesta
Y decir sin embargo
Algo hay Algo hay

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