Frescura

Frescura
Pero el ruido del mar no se comprende, / se desploma continuamente, insiste / una y otra vez, con un cansancio / con una voz borrosa y desganada.... [Circe Maia, 1932]

lunes

Leí, feriado, leí.


2.04.12

Hoy es el nosecuanto aniversario de Malvinas. En este momento, Quebracho boys -jóvenes civilizados que dan la cara ante sus actos- están atacando la embajada Británica a no más de 10 cuadras de mi casa. Escucho estruendos y veo 3 helicópteros que sobre vuelan el lugar. ¿Tiran petardos, los fantásticos chasquibúm? No, bombitas molotov. Qué pirótecnicos, los chicos. Se ve que se quedaron con las ganas de Navidad. Miro por la ventana, escucho el noticieron en la habitación de mis viejos. Estoy semi-dormida. Es un paisaje poco común, se parece a un sueño o al jueguito de guerra que juega mi primito de 6. 

Hoy a la mañana leí W.H. Auden. Recuerdo tres poemas y sus glosas correspondientes. Tirar las llaves y alejarse, No es esta una separación mordaz y La carta. Me fue más que necesario leerlos en ingles. Y eso que mi ingles es re choto y en el colegio detestaba la materia, excepto por la profesora, Cristina, que quería a toda costa que fuera mi abuela. Vuelvo a Auden. El libro "Los primeros años" lo compré hace una semana en la Librería Norte. De Rolando Costa Picazo, un crack de la U.B.A. El libro es un gran laburazo, me aconsejó Sandro, el librero. De alguna manera siento ese laburazo al hojear el libro. El agotamiento, el hartazgo y la incuantificable satisfacción final. Leí esos 3 poemitas como quien da tres sorbos para saciar la sed y quiere hacer durar el vaso. Los saboreé y cerré el libro.

Leí para la facultad un texto sobre el “Diagnóstico Organizacional”. Pocas cosas me resultan tan aburridas. Pensé: ¡"Vos me hablas de desarrollo organizacional y yo estoy buscando "la honestidad de mi voz"! Lo dije en voz, alta. Lo grite. Me cagué de risa. Y cerre el maldito módulo. Después, leí el prólogo de El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl que, aunque no dudo que sea genial, es una lectura obligada, ergo, la detesto, cero ganas, no lo manejo. Punto.

También, leí la editorial de Borenstein de ayer en Clarín que me recomendó mi abuelo y me separó especialmente. Buena. Pero tengo la cabeza en otro lado. Y la guerrilla gobierno-Clarín, ahora me tiene sin cuidado. Últimamente, estoy medio indiferente con lo polémico de los medios; agarro el diario y busco la noticia. Lo que no sé. De alguna manera, lo uso como una prostituta. (Qué feo que suena.) Pero es así. Quizás me llama la atención algún articulo y quiero volver a verlo. Supongo que puede pasar –por qué no- que un hombre quiera volver a pagarle a la misma mujer. Pero no da para más de dos leídas. De los suplementos culturales sí me puedo llegar a enamorar. Digo “puedo llegar…” porque si la cosa se torna snob, puede llegar a ser peor que una breve bien cholula y chimentera en Espectáculos. A lo que voy es que tiene que tener vida, tiene que golpearme, rasguñarme, dejarme picando una palabra, un nombre, una idea…

Hace un ratito me leí una crónica en Orsai, numero 1, Crónica de un deportado por Alejandro Seselovsky. Gran texto que me vino como anillo al dedo porque la semana que viene tengo que escribir una crónica para la facultad. Qué loco este Casciari y la historia de Orsai. Es gracioso, internalicé el concepto al punto de decirme a mí misma en determinadas situaciones: “che, nena, estás Orsai”. Qué se yo.

Ahora miro un librito que me salió 5 mangos en la Av. Corrientes y está apoyado al borde de la cama. Es una antología surrealista del Centro Editor de América Latina, editado en 1970. Me mira de reojo, diciéndome algo así como: “Sos débil, muy débil, copate que te gustan las vanguardias y te hacés medio la progre.” Perdón pequeño rejunte de hojas azarosas, palabras ordenadas a la que te criaste y no tanto, poemas lúdico escritos por loquitos desquiciados, forenses de cadáveres exquisitos... mi gran amiga Paloma “el enano literario” Sirvén me espera para tomar un café y hablar de eso que es nada, que es todo, que es aliento, diría el Negro Raúl Santana. Para hablar un rato de poesía.

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